Sencillamente

Cuando Stephen Hawking comentó a su editor su idea de escribir "Breve historia del tiempo", éste le dijo: "De acuerdo, pero si de verdad quieres que sea popular no puedes incluir ni una sola fórmula". Stephen se lo pensó unos instantes y replicó: "Bueno, hay una que sí quiero incluir, la de Einstein, E=mc2". Y el editor concluyó: "De acuerdo, pero ten por seguro que incluyéndola venderemos la mitad de libros".
Si alguien (Erasmo) escribió todo un libro de elogio de la locura, bien puedo yo escribir una entrada de blog de elogio a la sencillez. Me gusta lo sencillo. Aquí debería acabar, pero no soy tan sencillo. Cuando se habla de confusión, lo que hay casi siempre son confusos. Personas confusas. Tengo la, puede que absurda, idea de que la humanidad va simplificando poco a poco. La fórmula de Einstein es un ejemplo. Recuerdo las ecuaciones de Maxwell (las leyes del electromagnetismo), llenas de integrales, gradientes y letras griegas. El mundo ha de ser más sencillo, en la línea de la fórmula de Einstein. En un futuro veo el supercomputador más avanzado con el aspecto de un canto rodado. Una piedra de esas de río, redondeada, de tamaño más bien modesto.
Este blog es de la línea clara. Ya lo dije y veo que ha llegado la hora de empezar a repetirme. Es así porque creo en la sencillez. Admiro a los que saben llegar al oyente o al lector sin artificios.
Todo esto me recuerda a Guti, un amigo de la infancia. Una vez en el cine del colegio se paró la proyección por uno de los habituales escándalos de los chavales. Guti siempre era de los cabecillas. El encargado, que era ligeramente tartamudo, se dirigió al grupo donde estaba diciendo: "Está-tá-ros quietos que algu-gu-no va a ir a la ca-ca-lle". Guti respondió raudo: "A mí háblame en prosa, que en verso no te entiendo".