domingo, 24 de junio de 2007

En la villa de Escher

Ayer dormí poco y mal. Hoy he dormido de forma por momentos narcoléptica. Al despertar he mirado en la trampa de los sueños y he encontrado uno aleteando. Lo he cogido con cuidado y lo he lanzado al aire.
Estaba con una mujer misteriosa y delicada. Paseando por un pueblo polvoriento de calles empinadas, con profusión de arcos y escaleras como en un cuadro de Escher. Subíamos por un laberinto hacia la cima. Los caminos parecían evitarla. Al fín llegamos a las ruinas de una iglesia. Había grupos de gente charlando y caminando, en su mayoría ancianos. Cuadros con retratos de rostros brillantes parecían contar una historia. Nos asomábamos a un mirador desde donde se veía una extensa vega. Reíamos. Nos abrazábamos.

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