jueves, 31 de enero de 2008

Sopa de letras

Los lunes tocaba sopa de letras para cenar. Siempre me ha parecido un plato muy poco consistente, pero de lo más entretenido. Me pregunto si el scrabble se empezó a gestar mientras un niño apartaba letras en el borde del plato. Yo sabía instintivamente que ésa, apartar letras, era una posibilidad que debía descartar como inadecuada. No hay que jugar con la comida. Así que cogía unas cuantas letras en la cuchara y soplaba un par de veces mientras estudiaba las combinaciones posibles. Rara vez pasaba de formar alguna palabra de cuatro letras: Pera, hola, mano. La mayoría de las veces ni eso, me limitaba a reconocerlas. Una be, una erre, una o. Pensaba en un linotipista con tipos de sémola de trigo; en un libro comestible, previa cocción. Podría cenar una página al día, un capítulo por semana. En un año podría comerme tranquilamente "El Quijote".

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