sábado, 1 de marzo de 2008
En el gabinete
Dejé las gafas en la encimera del lavabo para ducharme. Mientras me secaba tanteé con la mano, apreté la montura entre los dedos y sentí un crack. Me las había cargado. Con un trozo de esparadrapo salí del paso al día siguiente y a la tarde acudí a la óptica. Me hicieron pasar al "gabinete de optometría". Estuve un buen rato esperando, así que fui ajustando la altura de la barbilla en los aparatos y curioseando los diplomas. Localicé en la orla universitaria a la titular del establecimiento con veintitres años. Luego había redondeado su preparación con un par de cursillos en la universidad de Pennsylvania. Había también un poster con imágenes del fondo del ojo con distintas patologías: Retinosis pigmentaria, cataratas y otras lindezas. Echaba para atrás. Incluso el fondo del ojo que aparecía como "normal" era un círculo rojizo con algunas ramificaciones de un aspecto repulsivo. Me atendieron por fin. Puse la barbilla y apoyé la frente en los lugares previstos. La buena noticia: La tensión ocular la tengo perfecta.
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