jueves, 17 de abril de 2008

En el autobús

Cualquier día puede ser el día de la marmota. Cualquier día puede ser el día de los balbuceos. Bárbaros balbuceos borbotean en mis labios. Días tristes, días benditos porque son el preludio de días felices. Calculando la combinación de prendas que me defenderán del frío pero no me asarán de calor. Es complicado. Saldré a la calle y cogeré el autobús donde iremos todos en respetuoso silencio, las ventanas empañadas. Cubiertas con un paño de vaho. Vaho exudado por los viajeros. Viajeros de un corto trayecto, aprendices de Ulises. Calculando el importe exacto para no entorpecer a los demás usuarios, y para no provocar el posible mal humor del conductor. Un conductor de autobús siempre tiene el recurso de pegar un frenazo si nota animadversión por parte de algún pasajero. Viajeros, usuarios, pasajeros; los que nos sentaremos durante un trayecto relativamente corto mientras calculo aproximadamente el tiempo que pasaré en total a lo largo de mi vida sentado atisbando por la ventana empañada de un autobús.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero que curioso es viajar en bus, da para tanto...