jueves, 10 de abril de 2008

Inquietud

Me he despertado antes de la hora. He visto en la (o el, no sé) radio-despertador que faltaban unos diez minutos para tener que levantarme. No me importa, se está bien tumbado sin tener que hacer nada. Me gusta la oscuridad cuando duermo así que he vuelto a tapar los dígitos luminosos con el pañuelo. Al de un rato se me ha ocurrido que podía ir adelantando algo de la rutina de todas las mañanas y me he puesto las gafas y el reloj de pulsera. Allí estaba boca arriba con los brazos cruzados sobre el pecho mirando la negrura a través de las gafas. Me las ha quitado un momento y veía lo mismo: nada. El reloj en la muñeca cumplía una única misión: hacer sentir su peso. Bailando en la oscuridad sin lobos. Me he sentido levemente ridículo, extraño en el paraíso. Como alguien vestido con aletas y gafas de bucear en un consejo de administración. He intuido que había alguna enseñanza al acecho. No he podido concretarla. Pronto me levantaría y no tendría que ponerme las gafas y el reloj. Ya los llevaba puestos.

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