domingo, 20 de abril de 2008

Libros

Una biblioteca es un proyecto de lectura, o un saco de intenciones. Porque si alguien reúne una gran biblioteca, ¿cuántos libros de ella acabará leyendo?. Pocos. Yo llevo la política inversa. No quisiera dejar a mis herederos una tonelada de peso en libros que seguramente les serán inútiles. Así que leo libros prestados (de amigos y familiares) o cogidos en la biblioteca pública. También compro algunos, claro. Calculo que habré leído la mitad de los que tengo en casa. A los que más cariño tengo es a los que compré (casi siempre en mercadillos) de adolescente y veinteañero. Son libros de bolsillo, ajados, como perros callejeros acogidos temporalmente por mí y cuyo destino más temprano que tarde será la basura. Mientras les llega ese día yacen plácidamente en mi estantería en un semiorden por antigüedad en que los coloqué hace años. Pronto es el día del libro (y deseo larga vida al día y al libro) y me han regalado por adelantado uno. Un hermoso libro de tapas duras. Lo he colocado entre los demás y parece un gigante entre los de bolsillo. Es de romanos (los comienzos del imperio) y lo leeré con gusto porque siempre me ha fascinado el tema. Por supuesto agradezco el regalo en lo que vale y más.

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