El siglo pasado estuvo a la altura en ese sentido, entre sus muchas guerras dos alcanzaron la calificación de mundiales. Una especie de cum laude en lo suyo. En siglos anteriores nunca faltaron, con mayor o menor fortuna (o infortunio). En este siglo no ha cambiado la tendencia, sigue habiéndolas. Lo raro, lo verdaderamente sorprendente, sería que no las hubiera.
Desearlo está bien; todos, o casi todos, lo deseamos; un mundo sin guerras, solo con fútbol, con sana competencia deportiva. Sabemos que no va a pasar; o sea, que sí va a pasar; que, además de las que están en curso, más pronto que tarde habrá nuevas guerras.
Que en ese país, que sigue siendo grande pero no tanto, hayan elegido presidente a un patán no ayuda, desde luego; aunque tampoco creo que influya tanto, se es un inútil tanto para lo bueno como para lo malo. Ampliando la perspectiva, así lo veo: el mundo es una bola que gira en el espacio y que, sea quien sea la persona que esté al mando, va a ser muy difícil conseguir que se desvíe de su trayectoria.
* Mi texto antibélico de este año